Así culmina un amor... de cine: la boda de Gerardo y Angie
El cine está lleno de historias de amor, pero no todas las películas románticas se proyectan en la pantalla. Gerardo y Angie escribieron en el cine las primeras escenas de su cuento de amor, pero también lo hicieron realidad. Saquen las palomitas...
El amor de Angie y Gerardo tuvo un inicio de película ¡literal! Los dos se conocieron mientras trabajaban en el mismo cine, en San Luis Potosí, de donde son originarios. Angie se encargaba de la dulcería, mientras Gerardo daba acceso a los espectadores a las salas. Durante sus jornadas de trabajo, comenzaron una bonita amistad, en la cual los buenos momentos y las risas jamás faltaron.
Un día, durante un paseo por el centro de su ciudad, Gerardo le preguntó a Angie si quería ser su novia. ¿Y saben qué? Ocho años después, en ese mismo lugar, le preguntaría si quería ser su esposa. Obviamente, a las dos dijo que…
¡Sí! Un nuevo capítulo
Esta es la boda de Gerardo y Angie, dos novios que irradian amor y felicidad por doquier. Sin duda, su celebración fue un éxito y un sueño hecho realidad. Con un año de anticipación, comenzaron a planear la boda. Y aunque varias de sus amistades les decían que mejor vivieran en unión libre y se dedicaran a viajar, estas ideas no calaron en sus corazones. ¡Querían tener una boda perfecta!
Los novios, más que decididos por llegar al altar y unir su amor ante Dios, escogieron el Templo de San Francisco como escenario de una ceremonia emotiva que compartieron con familiares y amigos.
Las preciosas flores blancas, en compañía de amplias hojas verdosas, abrían el camino de la novia hacia el altar. Tres pequeñas pajecitas anunciaban su entrada de la novia con unos delicados vestidos blancos y coronas de flores coloridas. Una llegada de lo más tierna para anteceder a la novia, quien tomada del brazo de su padre, llegó hasta su futuro esposo, que la observaba atento y emocionado desde el altar. Una vez frente a frente, Gerardo y Angie se dedicaron sonrisas de visible entusiasmo.
¡Ay, ay, ay, qué bonito es lo bonito! Angie, la novia se veía como una princesa recién salida de un cuento de hadas, su vestido de novia corte princesa, confeccionado con magias de encaje y transparencias, hicieron sobresalir su buen gusto, que a su vez fue enfatizado con un cinturón de luminosa pedrería. Optó por un peinado recogido que destelló por su amplio velo y una hermosa tiara de encaje y pedrería con destellos. ¿Sus mejores accesorios? Su sonrisa y aquellos grandes ojos verdes que reflejaban la descomunal felicidad que la inundaba.
Los esposos salieron de la iglesia con una digna celebración de todos los asistentes, quienes les lanzaron pétalos de flores rojas y dejaron volar globos blancos.
Una celebración impecable
Los novios, además de cumplir su sueño, tuvieron una recepción inigualable con detalles que por nada pasaron desapercibidos. Los altos techos fueron adornados con arreglos florales colgantes iluminados con unos mágicos focos. ¡Todo un toque vintage y a la vez contemporáneo! Las flores y el entorno 100% natural aportaron mucho encanto a cada rincón del Jardín Vergel, donde pasaron sus primeras horas de casados en compañía de sus invitados.
La iluminación fue ideal y se cuidó a la perfección, lo que logró que la velada quedara envuelta en un sublime romanticismo. Casi tan delicioso como su pastel de boda, un naked cake que dejó al descubierto sus exquisitos sabores y aromas, que se enfatizaron con las flores que lo decoraban.
La pista se iluminó para presentar el baile inesperado y divertido de la novia junto a su padre, unos de los momentos más trascendentales para Angie. Ella recuerda vívidamente cómo ese instante la transportó a su niñez, cuando bailaba en la sala de su casa con su papá.
Perfectas fotografías
Las fotografías de Frésapic Photography, el estudio al que esta pareja de enamorados contrató para su reportaje de boda, lo dicen todo. Su álbum revela la felicidad inmensa de los novios y la sensibilidad con la que eligieron cada detalle de su gran día. Incluso desde la preboda, con una sesión de fotos casual ¡en el cine en el cual se conocieron!
La historia sigue…
¿Qué mejor luna de miel pudieron tener? A estos recién casados los esperaba Colombia, el país del cual Gerardo se declara un enamorado. Tanto es así que el día de la boda, Gerardo planeaba llevar su sombrero vueltiao, típico de ese país, pero a la mera hora olvidó ponérselo. ¿Qué creen que fue lo primero que el novio empacó en su maleta de luna de miel a Colombia? ¡Acertaron!