La alegría del amor: la boda de Irving y Silvia
La dicha del amor se transmite a través de las sonrisas de Irving y Silvia, quienes tuvieron una boda cálida y espléndida. ¡Inspírate con su celebración!
Una boda es la celebración del amor, una fecha llena de alegría en la que festejamos la unión de dos personas que emprenden juntas una vida compartida. La boda de Irving y Silvia fue una fecha en la que amigos y familiares se contagiaron con la energía y la felicidad que irradiaban los novios. Gracias a las fotografías de Mag Servant podemos realizar un recorrido por esta celebración, en la que el cariño se asomaba en todas las sonrisas. El fotógrafo, dicho sea de paso, fue muy comprensivo con la pareja y les ayudó a capturar no sólo los mejores momentos de la boda, sino la misma esencia de la ocasión.
El escenario para este día encantador no podía ser otro más que la despejada y colorida Tuxtla Gutiérrez. La quinta que Irving y Silvia eligieron para unirse en matrimonio era amplia, fresca y con vastos espacios para pasar un día mágico: jardines, salón, una capilla particular y hasta habitaciones disponibles exclusivamente para los novios.
Los nervios de Silvia iban en aumento mientras se preparaba para el gran momento. El apoyo de su familia, así como la ayuda de su maquillista Eloisa Gómez, permitieron que la novia se relajara. Desde el lugar de la recepción, la profesional en bodas Kena Riva Palacios supervisaba con eficacia que el sueño de los novios fuera haciéndose realidad. Silvia usó un vestido de escote corazón y de corte princesa con un velo corto; su vestido tenía detalles en pedrería y la falda le cubría las piernas; usó el cabello recogido y aretes colgantes que complementaban a la perfección el look de una novia clásica.
Ya en la capilla, el novio recibió palabras de aliento por parte de su familia. Irving se casó con un traje de color claro, ostentando con elegancia un botonier de flores blancas y lilas y cerrando el conjunto con una corbata plateada. Los invitados ocupaban, expectantes y emocionados, sus lugares. La novia bajó de la limosina y fue recibida por su futuro esposo. Se casaron por la iglesia católica, en una misa que conservó el tono festivo del día y que conmovió a todos los asistentes. De la manera más tradicional, la novia lanzó el ramo saliendo de la iglesia. Las madrinas usaban vestidos verdes y las damas vestidos rosados, del mismo tono que las flores del ramo de Silvia. Todo el tiempo acompañaron a los novios, chispeantes y afectuosas.
La boda empezó a mediodía y terminó de madrugada. La decoración fue rústica y clásica, y las rosas fueron la flor que predominó en la ambientación: impregnaron incluso el pastel de bodas. Los invitados, que no pararon de sentir los apapachos de Irving y Silvia, degustaron botanas típicas de Tuxtla, tales como carraca, chicharrón y camarón seco. La cena fue formal, pero cálida. Y, para el frescor de la tarde, la previsora novia obsequió chales a sus invitadas. Así, la íntima celebración transcurrió con regocijo y con energía, sellada con las sonrisas de esta centelleante pareja.