Amigos camino al altar: la boda de Roberto y Gabriela
Todos conocemos parejas que empezaron con una bonita amistad. ¡Puede que la tuya también sea una de esas! Roberto y Gabriela ya son hoy marido y mujer. Solo revivir su pedida de matrimonio nos alegra el corazón. ¡No dejes de conocer su historia!
La hermosa relación de Roberto y Gabriela pone de manifiesto que las parejas que se conocen desde muy jóvenes y que terminan en un sólido matrimonio son de carne y hueso. Gabriela y Roberto se conocieron casualmente y pasaron a un nuevo episodio en sus vidas con una celebración exquisita que el objetivo de Sabino Farol capturó. Estos instantes perdurarán por siempre en el recuerdo de estos flamantes novios, ahora esposos, quienes solo pueden gritar a los cuatro vientos lo enamorados que están.
La historia sin fin de Roberto y Gabriela comenzó a partir de un viaje de la escuela a la ciudad de Cuernavaca. Los jóvenes, que entonces apenas tenían 17 años, establecieron una amistad que con el paso del tiempo se fortaleció. Roberto, cautivado por la energía y la hermosa mirada de Gabriela, continuó cortejándola para así dar pie al tan esperado noviazgo. Sin duda alguna, esa gran amistad que crearon ayudó a que la relación se basara en la confianza y en las pequeñas aventuras que vivirían juntos.
Una pedida ¿inesperada?
A propósito del noveno aniversario de su relación, Roberto preparó una romántica sorpresa para pedirle matrimonio a Gabriela. Ella cuenta que ese día tenía cierta sospecha de que él le haría dicha propuesta. Roberto le había obsequiado un vestido para usarlo la cena y cerca de este le había colocado una nota que decía: “Te daré un regalo que hará que todos sepan lo mucho que te amo”.
La cita fue en un hermoso jardín de azotea, donde Gabriela quedó sorprendida por el hermoso escenario que tenía frente a sus ojos. La noche avanzó con más sorpresas, pues Roberto le había preparado un video que incluía algunos de los divertidos y bellos momentos que ambos habían vivido juntos. Poco después, él le pidió bailar. Fue en ese preciso momento cuando se hincó para pedirle que se casaran, con fuegos artificiales incluidos. Todo para hacer de aquel momento algo único.
Este día marcó por completo la vida de estos enamorados novios y ahora esposos, que juntos emprendieron un nuevo camino en el que fortalecerán aún más sus lazos y construirán un nuevo futuro con metas y objetivos comunes.
El día de la boda
Esta distinguida y exclusiva boda se celebró en la Hacienda de San Fernando, en la Ciudad de México. A la ceremonia acudieron los familiares y los amigos más cercanos a los novios. Desde la entrada de la hacienda ya se podía admirar el jardín con árboles de diferentes tamaños, plantas, enredaderas, flores y una fuente al centro. Estos decoraban la estancia y rodeaban a todos los comensales para bañar el ambiente de armonía y romanticismo. El color rojo, símbolo del amor y la pasión, tampoco pudo faltar el día de la boda y estuvo presente hasta en los detalles más pequeños.
Desde el comienzo de la boda civil fue imposible no sentir ese fiel y fuerte amor que irradiaban Gabriela y Roberto. Al término de la ceremonia, prosiguieron con la boda religiosa. Se podía admirar desde lejos a dos niños trajeados portando pequeños moños rojos que hacían lucir sus inigualables sonrisas de traviesos. Serían ellos los encargados de anunciar la entrada de los novios. ¿Cómo no dejarse cautivar por la esplendorosa llegada? Radiantes, mostraban una enorme sonrisa de lado a lado y caminaban tomados de las manos, orgullosos de esta próxima unión. Gabriela era inmensamente feliz con tan solo ver a Roberto; su destellante mirada reflejaba el gran amor y respeto que sentía por su futuro esposo. La misma sonrisa se replicaba en los rostros de todos los comensales; la felicidad y el entusiasmo de ser testigos de este acontecimiento invadieron el lugar.
La hacienda, además de lucir un espectacular paisaje, se veía aún más maravillosa con la presencia del gran amor que emitían los novios, que no paraban de lanzarse miradas y sonrisas cómplices.
El estilismo de los novios
Gabriela portó un vestido de novia con corte en A que caía formando una majestuosa cola. Sus zapatillas rojas, en consonancia con el resto de detalles de la celebración, le daban un toque coqueto y algo más desenfadado a su atuendo. Completó su estilismo con un sencillo peinado recogido con trenzas, acompañado de un distinguido tocado con plumas finas, pequeños cristales y flores. ¡Un look súper auténtico!
Roberto portó un traje de sastre color gris con una camisa color blanca y un elegante moño color negro. Por supuesto, no podía faltar el boutonniere; su exquisito gusto se apreció en la elección de un tulipán natural acompañado de unas pequeñas flores blancas.
Además de los novios, lo que también lució impecable fue el lugar donde se desarrolló la fiesta. Sus preciosos centros de mesa los protagonizaban unas rosas naturales. El exquisito y colorido banquete se presentó en una vajilla fina acompañada de copas atractivas en color verde. Toda la decoración fue diseñada con los colores principales de la boda: rojo y verde, para dar uniformidad a la hacienda.
Al caer la noche, la fiesta siguió tomando forma. Al momento del lanzamiento del ramo, la diversión estuvo muy presente. Las chicas, emocionadas, gritaban para que la novia les lanzara el ramo a ellas; los brincos y las risas fueron parte de este momento, hasta que por fin la ganadora lo atrapó. Más tarde las luces se intensificaron para que todos los invitados comenzaran a bailar al ritmo de la música. La noche continuó siendo testigo de la diversión que vivían no solamente los invitados, sino también los novios, quienes con tanto esfuerzo y dedicación lograron de la organización de la boda un éxito rotundo.