La boda de Alejandro y Kenat en Mérida, Yucatán
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A&K
30 Ene, 2021La crónica de nuestra boda
Sin duda alguna toda mujer sueña con el día de su boda, sin embargo, nadie imagina lo que es tener que perseverar por tu sueño en medio de una pandemia.
Mi pareja y yo nos comprometimos el 30 de diciembre del 2019, en uno de los teatros más importantes de nuestra ciudad, les puedo decir que fue un momento increíblemente romántico y especial. Al iniciar con los preparativos estábamos muy emocionados y a mí me invadió la ilusión al imaginarme caminando hacia el altar y ver al hombre de mis sueños al final del pasillo, rodeada de todos mis seres queridos. Fue ahí dónde Bodas.com.mx cayó como anillo al dedo ya que me ayudó a orientarme (como toda novia inexperta) para saber donde comenzar, qué cosas tomar en cuenta y en que orden era sugerido ir agendando o contratando todo. De hecho a través de la aplicación fue mi primer encuentro con ServiFood, quien sería crucial para la organización de la ceremonia.
Originalmente, habíamos pensado en una boda de noche, para 150 personas y con una temática elegante pero que destacara elementos muy mexicanos ya que tendría invitados extranjeros (amigos que hice cuando viví en USA) de diferentes nacionalidades y siempre me he sentido muy orgullosa de mi país y de compartir mi cultura. La boda la habíamos agendado para enero del 2021 y ya habíamos comenzado a anunciarle la fecha a nuestro círculo de amistades cercanas, sobre todo por quienes tendrían que viajar desde muy lejos.
Seguir leyendo »Desafortunadamente, en marzo del 2020 comenzó una de las peores pesadillas que hemos vivido como sociedad moderna, y eso cambió todo el rumbo de nuestros planes; al principio nos mantuvimos muy optimistas pensando que probablemente se terminaría la crisis antes de que finalizara el año porque, después de todo, "faltaba mucho tiempo aún, ¿no?". Así que pusimos nuestros planes en pausa y nos sentamos a esperar, esperar y luego...¡comenzar con el caos!
Conforme pasaba el tiempo, la ilusión se fue transformando en preocupación al escuchar como la pandemia crecía, los cierres de fronteras (indefinidos hasta ese momento) propiciando que mis amistades del extranjero tuvieran que cancelar, mi mamá y otros familiares se quedaban sin trabajo y peor aún, a mi prometido y a mi nos recortaban el sueldo.
Si de por sí una novia siempre tiene sentimientos encontrados que te invaden por momentos durante los preparativos, sin olvidar al estrés por supuesto; el panorama no ayudaba en nada, volviendo todo más desalentador.
Debido a circunstancias familiares que ocurrieron antes de la pandemia, mi mamá y yo tuvimos que mudarnos y comenzar a rentar casa, no obstante, una vez que ella quedó desempleada yo tuve que hacerme cargo por completo de todos los gastos y eso fue mermando el ahorro para la boda. La verdad en esos momentos, con todo lo que sucedía, ya en lo último que podíamos pensar mi prometido y yo era en nuestro "día especial".
Mientras más se acercaba más la fecha de la boda ya no sabíamos que hacer, pues los eventos sociales hasta el momento estaban prohibidos, la situación financiera no era la mejor, e incluso nuestro prestador de servicios y organizador también la estaba pasando bastante mal. Ahí fue cuando nos plantemos la opción de posponer, sin embargo, casi a finales del 2020, las cosas parecían mejorar un poco ya que se fueron reaperturando algunos tipos de eventos y sobre todo pudimos al fin conseguir fecha para la boda civil así que, con el apoyo de nuestra familia y un destello de esperanza, nos pusimos las pilas y contactamos nuevamente a nuestro organizador, para cambiar la estructura del evento a una ceremonia más intima, de 50 personas y que ahora tendría un estilo un poco más relajado muy boho chic.
Para nuestra mala fortuna, y creo que para la de nuestro organizador también, después de las fiestas de diciembre nuevamente el gobierno del estado decidió cancelar eventos y se puso aún más severo con las medidas sanitarias, así que nuevamente mi pareja y yo nos sentimos frustrados, estresados, y sin ánimo de escuchar todas las opiniones y conflictos que surgían entre nuestros amigos y familiares ya que cada quién tenía su propia opinión de "como deberías hacer las cosas".
La verdad es que mis emociones estaban al mil, varios conocidos ya se habían enfermado, algunos estaban graves, mi mamá seguía desempleada y angustiada por no poderme ayudar como ella había soñado durante años (ya que quería regalarme mi vestido de novia), y para rematar la gente del local que habíamos contrato nos canceló debido a que al parecer no había fecha para levantar las restricciones y ya hasta habían comenzado a multar a varios establecimientos pues al parecer se habían realizado muchas bodas y eventos casi clandestinamente.
Sin embargo, siempre hay una luz al final del túnel, y en medio de toda la desilusión y frustración que sentía, Dios puso a unas cuantas personas en nuestro camino, que cuál ángeles en persona, decidieron ayudarnos y junto con mi familia nos animaron a seguir.
Finalmente aprovechamos que el gobierno dio luz verde para algunas reuniones familiares (aunque no podían ser banquetes o fiestas muy grandes), sin embargo, nuestro organizador del evento accedió a modificar nuevamente nuestro esquema y organizar solamente la ceremonia que ahora sería de día y un tanto más privada.
Siguiendo todos los protocolos de seguridad, decidimos realizar únicamente la ceremonia en un jardín pequeño y privado a donde sólo acudirían nuestra familia y unos cuantos amigos muy cercanos que nos estaban ayudando con algunos detalles finales.
Decidimos que, por respeto y cuidado con nuestros seres queridos, en el lugar sólo nos verían decir el "sí, acepto" y nos tomaríamos unas cuantas fotos, aunque transmitiríamos todo vía Facebook para aquellos amigos y familiares que no pudieron estar presentes físicamente.
Aunque el estrés y los nervios no se dejaron de sentir hasta el último momento, mi familia me apoya y me daba ánimos en todo momento, aunque nada se compara con la felicidad que sentí la mañana de mi boda, al ponerme mi modesto vestido de novia y el velo que mi mamá me había hecho con tanto amor, así que, después de meses de caos, nuevamente la ilusión me invadió y todos la incertidumbre y preocupación quedaron atrás.
Eso sí, mi felicidad no estuvo completa hasta que caminaba hacia el altar junto con mi madre y pude ver al frente a mi prometido, ese hombre tan dulce, inteligente y alegre que ha iluminado mis días desde hace más de 5 años.
En cuanto comenzó la ceremonia, recuerdo que todas esas emociones que se entretejían dentro de mí, se transformaron en lágrimas de dicha y, cuando volteé hacia mi costado, pude darme cuenta que mi futuro esposo ¡había roto en llanto igual que yo!
Honestamente, fue un momento tan breve como eterno, pues recuerdo como sentía mucha paz al escuchar toda la plática que el pastor de nuestra iglesia preparó para ese día y cómo mi corazón brincaba de emoción y felicidad al ver a mis bellas sobrinas (quienes fueron desde pajes hasta damas según su edad), a nuestros padres, hermanos y tíos quienes habían ayudado con algunos detalles de decoración o quienes nos prestaron y regalaron cosas como las arras, el ramo, el lazo y los anillos. ¡Sin ellos nada hubiera sido posible ni tan especial!
Al concluir la ceremonia, nos tomamos algunas fotos y les repartimos unos pequeños recuerdos que mi mamá hizo con mucha ilusión. Recuerdo que en ese momento me sentía un poco aliviada de que el caos hubiera terminado, radiante y dichosa porque lucía justo como había deseado y oficialmente mi sueño se había hecho realidad, pero a la vez, también me sentía triste de que muchas personas que quería que pudieran estar ahí conmigo, abrazándome, felicitándome y compartiendo ese momento tan especial.
Después de la ceremonia, la familia más inmediata de mi pareja y mía, se juntó en casa de uno de mis hermanas para comer juntos y celebrar antes de que los "recién casados" se fueran a pasar la noche de bodas al hotel que una de las tías de mi esposo había elegido para nosotros como regalo de bodas.
Mirando en retrospectiva, puedo decir que sin duda alguna, hubo demasiados tropiezos, caos e incertidumbre antes de nuestro día especial, sin embargo, eso ya no importó una vez que mi esposo y yo estábamos juntos frente al altar, profesando nuestros votos, demostrando en la mirada y el llanto todo el amor y la felicidad que puede uno sentir. Aprendimos a valorar mucho la esencia del compromiso que haríamos el uno con el otro así como el amor de esa gente que estuvo al pendiente de nosotros y nos bendijo en gran manera de diversas formas.
Desafortunadamente, por cuestiones financieras y de la pandemia no pudimos tener la boda que habíamos planeado en un inicio o irnos de luna de miel, pero cada día desde ese 30 de enero del 2021 ha llenado mi corazón con momentos únicos y especiales, que hacen que cada sacrificio y vueltas de la vida valgan la pena para permitirme estar en el lugar donde estoy ahora, que es a unos cuantos pasos del hombre de mis sueños, quién me demuestra su amor incansablemente y cada mañana me despierta con un beso.
Así concluye la crónica de muestra travesía en medio de una pandemia, y la verdad es que les puedo decir que agradezco inmensamente tener amor, salud y toda una vida por delante en esta aventura que es el matrimonio.
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