La boda de Edgar Meza y Nadia López en Oaxaca, Oaxaca
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17 Dic, 2016La crónica de nuestra boda
Después de mucho esperar, llegó el día tan anhelado: ¡Nuestra boda!
Desperté bajo un cielo muy azul, un cielo oaxaqueño; rodeada de mis padres, abuelos, tíos, amigos y personas que se dieron cita para ir a desayunar a casa de la novia: mi casa, como se acostumbra en Oaxaca, así que desde las 9 de la mañana la casa completa olía a mole negro, albacar y chocolate. Después de desayunar, algunos familiares dijeron algunas palabras de felicitación.
A las 12 del día y después de bañarme con agua de árnica para que no se me hinchara el cuerpo por los nervios, mi mejor amiga comenzó a maquillarme, usé tonos naturales, pues el tono de la boda fue inspirado en algo muy natural y tradicional; Luz, mi amiga que me ayudó a arreglarme me hizo un peinado muy bello de tal forma que la peineta con flores naturales procedentes de los Valles centrales de Oaxaca luciera en todo su belleza. A las 2 de la tarde ya estaba lista para ponerme mi vestido: huipil blanco bordado con flores de colores a los costados y enfrente, mi futuro esposo llevaría una guayabera blanca bordada con hilos color de la manta. Al ponerme el vestido pasaba por mi mente toda mi infancia, las flores de la cocina de mi bisabuela, mis caminatas por los bosques de mi tierra, las mujeres de mi familia y mi Oaxaca, a quien tanto amamos mi esposo y yo.
Seguir leyendo »La ceremonia por la iglesia empezaría a las 4 de la tarde, sin embargo desde las 3 yo ya estaba completamente arreglada y lista para la celebración. Llegué a la iglesia del brazo de mi papá, todos estábamos muy nerviosos, en un segundo olvidamos quiénes iban primero, de qué lado iban las mujeres, entre otros detalles, sin embargo al escuchar la música de entrada, lo supimos: era el gran momento, caminé lentamente con mi papá mientras él apretaba mi mano, desde ese momento las lágrimas comenzaron.
Mientras nos daban la bendición, nos ponían el lazo, nos decíamos nuestros votos, yo sólo veía los ojos de ese hombre que amo y pensaba que todo era perfecto, que esto que estaba sintiendo al verlo y ver a mi familia en nuestra boda se llamaba: plenitud.
Después de la ceremonia, acudimos a un bonito restaurante, tipo hacienda donde cenamos platillos oaxaqueños. La familia nos dio sus buenos deseos, hubo mariachi (la canción de Gema fue la primera que mi esposo me llevó en serenata) brindamos y en el brindis nos atrevimos a contar alguna que otra travesura que conocíamos del otro. Todos rieron, partimos el pastel y yo estaba tan feliz, como lo estoy ahora mismo que redacto esta crónica y pienso que he tomado la decisión más importante de mi vida: estar con la persona que amo y que a la vez es mi mejor amiga.
Gracias a Dios y a la vida por permitirme compartirles mi historia, ojalá se animen a tener una boda llena de simbolismo y cultura, llena de magia y amor, felicidades a todas las que ya se casaron y a las que aún les falta: les deseo lo mejor.
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