La boda de Mariano y María Victoria en Atlixco, Puebla
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31 Jul, 2021La crónica de nuestra boda
Una mujer, por lo general, sabe qué quiere el día de su boda. Algunas tienen una vaga idea, como el lugar o el estilo. Otras, como yo, sabemos exactamente de qué color queremos las servilletas en la mesa de postres. No estoy exagerando. Sí, desde hace mucho soñaba con el día de mi boda. Soñaba con mi camino al altar, soñaba con mi abuelita, mi mamá, mi tía y mi hermana allí cerquita.
Soñaba con ese hombre perfecto esperándome y ese vestido que me hiciera lucir fabulosa. Por eso, el día que me tocó finalmente empezar a planear mi boda, comencé a sentir algo de miedo. Me costaba creer que la realidad podría tan siquiera parecerse a mis sueños. Y, lo peor: no eran miedos sin fundamentos.
Lo primero que deben saber acerca de mi matrimonio, es que siempre ha estado marcado por la distancia. Mi pareja y yo nos conocimos y enamoramos con 4288 km entre nosotros. Yo vivía en Venezuela, y él, aunque también era venezolano, tenía algunos años ya viviendo en México. Lo que sentíamos nos puso, dos años más tarde, viviendo bajo el mismo techo y dispuestos a entregarnos en cuerpo y alma el uno al otro.
Seguir leyendo »Sin embargo, cuando pensábamos que la distancia ya no sería un problema... bueno, volvió a serlo. Para no entrar en detalles, digamos que la situación migratoria de mi familia es complicada. Movilizarse hasta México para compartir el día de mi boda pasó de improbable a imposible a medida que se acercaba la fecha.
Para mí, alguien tan familiar y unida a mi tropa (mi abuela, mi tía, mi mamá y mi hermana), estar lejos de ellas fue extremadamente doloroso. Sin embargo, así como pasó con mi relación al principio, los kilómetros entre ellas y nosotras no fueron suficientes para evitar que compartiéramos este momento, incluso desde lejos.
Lo mismo pasó con amigos, conocidos y muchas personas queridas por mi ahora esposo y por mí, quienes nos acompañaron desde todas partes del mundo a través de Internet y las RRSS. Aunque mi abuela me llamó "la novia del mundo" por error el día de mi boda... bueno, quizás no estaba tan equivocada.
Originalmente, mi boda era un evento para aproximadamente 80 personas. Al final, solo 30 llegaron a asistir. Gracias, Covid-19. Sin embargo, no sabría decir si lo hubiese preferido de otra forma. En la intimidad de la familia y los amigos más cercanos, mis invitados, mi pareja y yo, pudimos vivir un momento de celebración único y que siempre conservaré en mi memoria.
Solemos querer que las cosas pasen como las deseamos, pero hay algo mágico en las bodas que hace que, sin importar las circunstancias, al final todo salga bien. Hice un plan detallado de todo lo que quería desde el principio, con bastante antelación: escogí mi paleta de colores, hice mi prueba de decoración, probé mis postres y mi menú... ¡incluso preparé una playlist para la ceremonia! Todo lo necesario para tener la boda perfecta, la boda con la que siempre soñé.
Podrán imaginar que, como toda boda, hubo encontronazos y desastres. Arruinaron mi vestido de fiesta al hacer unos ajustes pocos días antes de la boda, tiré mis postres al suelo faltando menos de 24 horas para el “sí”, mi maquillaje no me convencía del todo, mi novio se retrasó para la ceremonia... y, aun así, de alguna forma, nada de eso importó al final.
Incluso cuando hubo platillos en el menú que no aprobé, incluso cuando la ubicación de los invitados en el banquete no estaba perfecta, puedo decir que lo único que recuerdo de ese día fue cómo bailé y disfruté y amé y me divertí esa tarde.
Muchos creen que tener bodas grandes y elegantes es algo innecesario, pero para mí valió la pena cada peso que pagamos, cada emergencia que resolvimos y cada lágrima que derramé (porque sí, hubo mucho drama). Pero estaré agradecida toda mi vida con todos los que formaron parte de la celebración, pues será una historia que valdrá la pena contar, sin importar los años que pasen.
Gracias a todo lo que pasó, Mariano y yo comenzamos nuestra vida juntos colmados de aquello que considero lo más valioso para un matrimonio: amor. El más profundo, el más sincero y el más alocado de todos los amores que alguna vez hayan visto en la televisión.
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