La boda de Pablo y Pily en Tequisquiapan, Querétaro
Al aire libre Primavera Rojo 5 profesionales
P&P
15 Mar, 2015La crónica de nuestra boda
Nuestra boda tuvo cosas buenas, cosas relativamente malas y muchas anécdotas para la vida futura. Cuando decidimos casarnos en marzo siempre lo hicimos pensando en la primavera, en que el lugar que habíamos elegido luciría hermoso al atardecer y que era allí donde podría darse la boda de nuestros sueños. ¡Oh, sorpresa! No contábamos con el estado del tiempo. El clima de marzo es voluble, frío, calor, lluvia. Sin embargo, todo pintaba a favor, por lo menos en Tequisquiapan, donde nos aseguraban es un sitio ideal casi todo el año, que era casi nulas las probabilidades de lluvia o de sufrir mal tiempo. Con nosotros fue la excepción a la regla.
Días antes de la boda el clima cambió muchísimo, hacía frío y un día antes parecía el preludio del diluvio universal. No dejó de llover sino hasta el día de la boda y eso por espacios de tiempo muy cortos. Ese día yo me desperté emocionada. Mi mamá y hermana me apuraban para que pudiera desayunar antes de que comenzara el rush del día. Bajé al lobby del hotel y cuál va siendo mi sorpresa que varios invitados ya estaban allí también desayunando. Vaya, pensé. Después de todo no estaré solita. Parecía como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, al poco rato bajó el novio, mi mamá, mi hermana y más amigos. Aunque muy rápido, fue un rato muy agradable.
Seguir leyendo »Las sonrisas comenzaban en nuestro día. En el hotel nos arreglamos varias personas, entre ellas amigas, mamás y hermanas. Al terminar mi arreglo, mi mami andaba corriendo por mi culpa. Entre bajar el vestido, traer lo necesario y yo presionándola para ayudar a vestirme, la agobié de más. Cuando llegó el momento de ponerme mi vestido, las piernas me temblaron. Sentí un hoyo en el estómago, los nervios augurados y el corazón latiéndome a mil por hora. Mi hermana fue quien me ayudó a vestirme y mi mami a los últimos arreglos antes de despedirme. Allí mi corazón se hizo chiquito. No hay palabras para agradecerle tanto.
Sus años de lucha y esfuerzo, su cansancio, su risa, todo ese amor que las madres dan a sus hijos de forma incondicional. Las palabras no bastarán nunca y a mí se me quedaban los brazos sin fuerza para abrazarla aún más fuerte y no olvidar ese momento. Mi cuñado ya había llegado al hotel y solo esperaba el momento para irnos a la sesión de fotos. Más abrazos por aquí, otros por allá, click, click. Ya estaba lista para partir. Aún con lluvia, llegamos al hotel que elegimos para las fotos y allí, a lo lejos, en el estacionamiento lo vi a él, todo nervioso y cabizbajo. Mi estómago volvió a dar un giro, en pocos minutos nos veríamos. Tuvimos una sesión de fotos muy linda. Mi hermana fue la mejor asistente del mundo.
Alejandro Rivera, nuestro fotógrafo, le daba indicaciones por aquí y por allá y ella presta, emocionada, y más preocupada que la novia de no ensuciar mi vestido. Pablo y yo divertidísimos, ya con poquitos nervios y muy emocionados. Con todavía muy buen tiempo para la ceremonia religiosa, salimos rumbo a la iglesia. La lluvia seguía haciendo de las suyas pero nuestro ánimo no decaía. Sabía qué era lo que seguía en la orden del día pero no imaginaba todo lo que me faltaba por sentir.
Al llegar a la iglesia los autos se comenzaban a atascar pues el terreno es todavía terracería. Allí, el encargado de la localidad les iba indicando por dónde pasar, por dónde no. Cuando el coche se estacionó a la entrada de la iglesia vi a Pablo parado y con una hermosa sonrisa me saludó. Pero mi sorpresa fue mayor cuando vi que la iglesia ¡estaba llena! Ni el clima había detenidos a nuestros familiares y amigos quienes ya estaban allí para acompañarnos. Estaba yo en la puerta alistándome para entrar cuando empecé a sentir de nuevo las piernas como gelatina. La marcha nupcial comenzó y las lágrimas rodaban por mis mejillas. No era tristeza, era una inmensa alegría. Tampoco era un ¡Por fin!, al contrario, era la certeza de saber que era lo correcto, que allí era mi lugar. Qué les puedo decir de la ceremonia, nuestros familiares formaron un grupo y cantaron, mi suegra cantó, uno de mis más queridos amigos tocó el piano, uno de mis sobrinos se unió al coro y lloró al ver a su tío hacer lo mismo. Hubo un momento en que nos pusimos de pie y nos indicaron voltear para saludar a los presentes. Mi sorpresa fue mayor, ¡no cabían en la iglesia! Había gente afuera, y en la parte de atrás se veían todos apretados con tal de entrar. Tanto cariño es imposible de cuantificar y de agradecer. Al terminar, los abrazos de todos no se hicieron esperar y al salir, la lluvia nos dio tregua como si supiera que necesitaríamos una ventana de tiempo para sacar a varios autos que se atascaron. Allí estaban todos los hombres fuertes (jajaja) empujando una y otra vez. Por fin lo consiguieron y pudimos dirigirnos al jardín Alma de Agua. La juez nos esperaba. Una parte importante de la organización de la boda es la logística, tener un plan B para que todo salga a pedir de boca. Con el cambio de clima hubo cambios importantes para la ceremonia civil. Todo lo que se había dicho se realizaría en ese momento quedó automáticamente descartado. Nuestra wedding planner, Lorena, hizo magia. Desde la decoración, el servicio que nos hizo sentir como reyes, los calentones para aminorar el frío de nuestros invitados y toda la disposición que tuvo para con ellos, no hay cómo agradecerlo. Cuando conoces a tus proveedores piensas que están obligados a darte el mejor servicio y claro, así debe ser.
Nosotros no solo obtuvimos eso sino que ganamos nuevos amigos y cómplices y eso no ocurre todos los días, vaya que somos afortunados. Así pues, después de la ceremonia civil en modo plan B comenzó la fiesta. Mientras comíamos, Pablo me dijo que así era como sea había imaginado el día de su boda, con toda nuestra familia y amigos, con la gente riendo y abrazándose. Miré a mí alrededor y se me hizo nudo la garganta, todo justo como tenía qué ser. El clima solo era un factor en contra, adentro de la carpa se sentía todo el calor que emite el corazón. Las horas pasaron, bailamos, reímos, apenas y probamos alimentos pues todo mundo nos quería abrazar y felicitarnos. Poco a poco la gente se fue despidiendo y el jardín se fue quedando vacío. Nuestro día uno se iba terminando, el día dos comenzaba a anunciarse y nosotros lo recibíamos ahora como familia. Tiempo nos faltó para disfrutar a todos, para comer y tomarnos aunque fuera una margarita, para asaltar las mesas de quesos y de dulces. Definitivamente deberemos hacer una boda para nosotros dos con todo eso y poder decir ¡ah, sí que estuvieron sabrosos los quesos! así como nos lo platican nuestros invitados. Hoy veo una y otra vez las fotos y revivo tantas emociones. El día de nuestra boda fue simplemente genial. Pero los días posteriores han sido aún mejores. Esta aventura llamada matrimonio me tiene realmente emocionada. No es solo cocinar, lavar o hacer quehacer. Son planes a futuro, son retos, salud y enfermedad, son risas y apapachos, caricias al corazón. Comenzar un nuevo día al lado de la persona que amo es una gran bendición.
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