La boda de Victor y Yessenia en Tijuana, Baja California
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V&Y
31 May, 2014La crónica de nuestra boda
Hola a Todas!
No sé cómo empezar, nunca fui de esas mujeres que querían una boda lujosa, llena de invitados y en un salón grande. Debo decir que soy una persona de gustos sencillos y para variar práctica y mi esposo es igual.
Debo decir que esas cualidades nos ayudaron mucho al momento de organizar la boda.
Nosotros nos apoyamos el uno en el otro para sacar adelante la boda, tanto su familia como la mía nos apoyaron en lo que pudieron y todo fue viento en popa durante los primeros meses, así que nos confiamos ¡Error!
Apartamos banquete, vimos en que Iglesia casarnos, buscamos fotógrafos y pastel, dejamos pasar los meses y hacíamos uno que otro abono, porque al final de cuentas, íbamos a recibir ayuda de los padrinos que habían aceptado ¡Error otra vez!
Estábamos cerca por 3 meses de la boda cuando todo lo que habíamos organizado (y hasta buscamos las mejores ofertas) se vino abajo, un padrino tras otro empezó a retirarse, y lo cierto es que los entiendo y les agradezco que hayan dicho a tiempo que no podían ayudarnos, un padrino se quedó sin trabajo, una madrina se peleó con su esposo y era él quien se encargaba del dinero, a otra madrina ya no la volvimos a ver y así fue pasando hasta que solo nos quedaron el pastel y los anillos
Seguir leyendo »Yo estaba nerviosa, al punto en que no dormía bien y estaba comiendo de más (aumenté 5 kilos), nos estábamos quedando con todos los gastos que suponen una boda y no podíamos costearla, así que faltando 2 meses tomamos una decisión que me tranquilizó mucho.
Tendríamos una boda en la Iglesia, todos iríamos bien vestidos y yo usaría mi vestido de novia, velo, etc. todo normal, pero en lugar de hacer fiesta, decidimos ir a comer a un buffet de carne (muy rico por cierto), a partir de ese momento todo cambió, me sentí a gusto, mi esposo y yo estábamos tranquilos, le dijimos a los invitados que nos gustaría que fueran y que cada quien cubriera su cuenta.
A todos los invitados les gustó la idea y hasta nos felicitaron por no endeudarnos para dar la fiesta.
Llegó el gran día y yo estaba tranquila, sabiendo que ese día mi vida estaba por cambiar.
Llegué tarde a la Iglesia por que la estilista no dio abasto con mi mamá, mi hermana y conmigo, pero todas las prisas por llegar se acabaron en el momento en que vi a mi esposo esperándome en el Altar, con la cara llena de felicidad y lágrimas al mismo tiempo, fue mi momento más feliz.
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